lunes, 10 de septiembre de 2012

Volver al lugar del que nunca nos fuimos

Parte I


Puerperio, la cultura y la escucha de lo salvaje

Muchas mujeres llegan a la crianza sumidas en complejos puerperios, cada una se encuentra inesperadamente con imágenes, olores, sensaciones y sentimientos que la trasportan o la desbordan. Para algunas es una soledad insostenible, para otras es un contacto íntimo que les revela sin cesar la abundancia de la vida, y para muchas es un mix. La crianza nos conecta con los rincones más salvajes de nuestro ser, nos sentimos animales, nos queremos acurrucar con nuestra cría en la penumbra de la casa, a veces lo llevamos con placer…. otras veces sentimos que nos estamos perdiendo, que vamos a desaparecer, que el bebé nos devora en la teta. Somos todas diferentes. 

La maternidad viene a revelarnos cosas que no sabíamos antes, cosas nuestras que no podíamos mirar de frente, cosas que no esperábamos.  Nos rebalsa y está bueno que así sea.

Creo que para poder sostener un puerperio respetuoso se precisa de un músculo o de un instrumento que generalmente ponemos a funcionar recién después del parto.
Es el músculo del apego, de la escucha que se alimenta, crece y aprehende de lo que viene con ternura y comprensión. Lo llamo músculo porque, como estos, tiene fuerza y energía, además tiene saberes: el contacto íntimo, el upa, la teta, las lágrimas que van de tu piel a la del bebé, las canciones olvidadas, las miradas amigas y cómplices…

En una cultura como la nuestra, donde el desapego, la inmediatez y la imagen se lo degluten todo, este músculo tiende a atrofiarse y corremos el riesgo de olvidarnos de su existencia. Muchas de nosotras llegamos a ser madres sin haber visto a una mujer amamantando a su bebé, pero hemos visto infinitas fotos, publicidades y películas con mamaderas y chupetes, son las representaciones más mediáticas de la maternidad y están en todos lados.

Sin embargo el músculo del apego no puede fortalecerse con las palabras escritas en muchísimos libros de crianza, ni con consejos desatentos, ni con la mirada puesta en el reloj. A este músculo le cuesta mucho hacerse oír cuando hemos pasado por un parto traumático, cuando el cuerpo médico nos desautoriza o maltrata, cuando nos sentimos muy muy solas, cuando el bebé no logra prenderse a la teta y nadie viene, nadie se acerca de verdad y comprende la vulnerabilidad por la que estamos pasando.

Muchas nos encontramos entonces con un enfrentamiento interno, entre lo que nos dice el cuerpo, nos sale del alma y lo que nos dice el mundo, una tía, una vecina, el afuera que siempre sabe más. Y hay que elegir.


Parte I. Nota publicada en la revista MADRE HAY UNA SOLA (MHU) Septiembre 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario